Sólo para hombres. Permitidme desvelar un secreto de confesión

13/06/2022

Paz y Bien. Comparto esta humilde reflexión con los hermanos a los que sirvo y con los que comparto vida parroquial.

Hace 3 años que me ordené después de muchos años de trabajo pastoral. Y ese cambio vital cambió todos los detalles de mi vida y de mi servicio. Una de las causas es el ministerio de la confesión. Este sacramento es el lugar donde, cómo decía San Juan Pablo II, el sacerdote se encuentra con la realidad más humilde y verdadera de la persona y de la parroquia entera.

Nada es igual cuando compartes el sufrimiento interior de las personas y los límites personales y humanos ante el deseo más sincero de vivir en la presencia de Dios y de poner en orden todos los ámbitos de tu vida.

Cada confesión es una inmensa alegría por ver la acción de Dios, su protección y amor a cada persona; pero tambien conlleva un pequeño gran dolor por la constatación de la fragilidad humana, por la constatación de nuestros límites, por tanta impotencia en medio de tan buenas intenciones, a veces un pequeño gran dolor por tanta falta de caridad sin más razón que las prisas, la inconsciencia, la pereza...

Me gustaría traer a vuestra mente la figura del apóstol Pedro, en aquel momento en que negó a Jesús; cuando éste ya estaba siendo condenado y más necesitaba de sus amigos. Pedro juró no concocerlo de nada. ¿Hubiera negado igualmente si tú estuviéses a su lado? ¿Y si te lo hubieran preguntado a tí y Pedro estuviera en segundo lugar?.

Veo que el pecado viene casi siempre como sirviente agradable de la soledad o de la falta de comunicación o del ajetreo que nos quita el tiempo de compartir. Se ve más claro en los religiosos y sacerdotes, tantos que han abandonado porque no han tenido el calor fraterno en su comunidad, y lo han buscado fuera; por la falta de acompañamiento, de corrección y cuidado fraterno, de oración comunitaria con y por ellos.. y se han sentido solos, sin un superior u otro hermano que diera la vida por ellos.

En las familias veo exactamente eso; el pecado, la distancia, las tensiones... vienen siempre como sirvientes compensadoras de la soledad, del sentir que nadie te escucha, que no te dedican el tiempo que mereces, que nadie valora tus detalles...

Y ¿si estuviera en tus manos el poder de poner paz, la sonrisa adecuada, la palabra necesaria, la humildad suficiente, el servicio oportuno, un poquito más de ganas de arreglar las cosas....? Sí. en la mayoria de los casos, Tú puedes cambiar lo que funciona mal con tan sólo un poco de humildad.

Es deseo y misión de todo sacerdote ayudarte a seguir construyéndote sobre Cristo y alejar el pecado de tu rutina, , pero también sanar tanto sufrimiento en tu vida y en las personas que amas. Por eso te invito a que te presentes ante el Señor, en oración, y te pongas a su servicio para ser vehículo de Su amor a los que amas.

No te acuestes cada noche sin decirle a tu esposa una de estas tres preguntas (o en cualquier otro momento del día, pero nunca lo dejes para el día siguiente):

+'Cariño, ¿cómo te encuentras?.(¿Cómo has pasado este día?; ...)

+Cariño, ¿Rezamos juntos?

+Cariño, ¿Qué puedo hacer por tí mañana para mejorar el día de hoy?

Asegúrate de no tener prisa ninguna, nada que te urja, lejos el teléfono, nadie que espere por tí. Es necesario echarle tiempo para escuchar con infinito amor y paciencia.


Y el día que elijas la pregunta de '¿Rezamos juntos?' reza por todo lo que ella reza; pregúntale:  ¿por qué o por quién quieres que recemos? sea una oración de intercesión mutua, y compartir también tus preocupaciones por las que rezas, para que la oración sea de mutua intercesión, de mutua bendición, de mutua acción de gracias.

Si eres mujer y has llegado leyendo hasta aquí, te pido exactamente los mismo para con tu marido o pareja.


Cuando una persona se acerca a la confesión está buscando a Cristo y su poder para dar plenitud a cada rincón de su vida. Y para ello necesitamos vivir la plenitud de los sacramentos. Y para vivirlos con plenitud ayuda mucho la alegría y la comunión y la mutua confianza en todos con los que vivimos.

El sacramento de la confesión es como una peregrinación al desierto para encontrarte con Dios, lejos de todo ruido, y con tiempo para verte desde Dios. Y es un camino de retorno a tu rutina con la sabiduría (paz, templanza, caridad,...) que regala Dios.

La parroquia te propone una confesión al mes, para no relajarte en tu camino hacia la santidad, dando así un paso cada vez hasta que Dios llegue a ocupar su lugar en tu viday en tu corazón, en tu razón y en tus razones.